Hace apenas un mes gran parte del territorio español estaba en situación de déficit de agua y ahora muchas zonas están anegadas.
En estas tres semanas, simplemente, ha llovido con abundancia y, en la mayoría de los sitios, con normalidad, lo que los agoreros y conspiradores del medio ambiente decían que no iba a suceder más (sus intereses tendrán).
Esta pésima política del agua de no hacer nada al respecto y que todo sea como hace siglos no está trayendo nada bueno. Hay ya cientos de muertos, poblaciones devastadas, cultivos anegados, patrimonio destruido, vías de comunicación dañadas… Y lo que vendrá.
A posteriori, siempre llegan las lamentaciones y las promesas de los políticos de ayudas y reconstrucción. Por qué, por una vez, no prueban a adelantarse y empiezan a tomarse la política hidrológica en serio, en lugar de enfrentar territorios por el más básico elemento de la humanidad: el agua.
Embalses que desembalsan sin criterio. ¿No tienen predicciones? Pues bien que las airean en todas las reuniones del sector, atreviéndose incluso a pronosticar que no va a llover en condiciones en los próximos cinco años. ¿Saben lo que va a pasar dentro de un lustro y no conocen si lloverá pasado mañana? Pues que cambien de bola o de responsables.
Lo cierto es que la política del agua de España está marcada por una falta absoluta de infraestructuras útiles y un medio ambientalismo exacerbado. No se pueden construir embalses, y en todo caso, deben ser pequeños; no se pueden limpiar cauces de ríos y arroyos (y multa de la Confederación Hidrográfica correspondiente para el que lo haga); no se puede medir el agua que va al mar y actuar; no se pueden conectar embalses ni cuencas (salvo que políticamente interese)…
¿Y todo esto para qué? Para que los pueblos se aneguen y sus ciudadanos mueran; para que los agricultores no puedan regar y nuestra alimentación tenga que depender de terceros países; para que circular por determinadas zonas resulte complicado y peligroso; para pasar de la sequía a la inundación en menos que canta una trucha; para que cientos de hectómetros cúbicos de agua se pierdan cuando tan necesaria es para el desarrollo del país.
Día Mundial del Agua
Prueba evidente de lo que significa para los políticos el agua actualmente es que este 22 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua y en los numerosos artículos de opinión de la mayoría de partidos y entidades el discurso central era, en general, la importancia del agua en el cambio climático, con pocas referencias al desastre de Valencia, a las inundaciones actuales o a la falta de inversiones en materia hidrológica.
Así nos luce el pelo, y en tres meses, de nuevo, la pertinaz sequía. Al tiempo.
Antonio Gómez Olmos. Editor de agroclm