Opinión. Las uvas de la amistad. Empar Juan Esteve

vendimia

Mi primera vendimia, cerca de mis 70 años, en Villalpardo (Cuenca) ha sido un disfrute. Enredadas entre las viñas, he encontrado historias, canciones,alegrías y tristezas compartidas con mis amigos. Todo empezó con mi decisión de hacer la vendimia como una prueba de voluntariado. Y ha resultado ser un despertar de emociones poéticas.
En el campo, en donde se mantiene el trabajo manual, se oye el viento, el clic clac de las tijeras, el sonido del saltamontes huyendo, a los abejarucos en lo alto, a las urracas enfadadas y al águila vigilándolo todo.

El paso del tiempo transcurre allí con orgullo y sin demora, en una tierra vulnerable y amenazada por la planta de gestión de residuos que han colocado allí, sin preocuparse demasiado del envenenamiento del aire, de los acuíferos y por supuesto de los vecinos.
A pesar de todo ello, el trabajo continúa mientras sigo sin comprender cómo es que el gran esfuerzo de los vendimiadores carece de visibilidad. Este trabajo en mi opinión, se merece un trato especial, ya que asegura la conservación de tradiciones y conocimientos.

Hay mucha responsabilidad en esta labor agrícola, respeto a los paisajes naturales y memoria compartida entre generaciones. Y desde luego, con toda mi admiración por la vendimia, deseo que la valoremos como un preciado Bien de Interés Cultural.

Empar Juan Esteve

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