En la mayor parte del mundo más desarrollado, que es donde se estudian y tratan estas cuestiones, se dan con frecuencia casos, entre el sector agropecuario, de trastornos mentales relacionados con la gestión de la explotación, y muchos de ellos terminan en el suicidio.
Es una cuestión relevante sobre la que están actuando las administraciones públicas, y es una exigencia de las organizaciones agrarias más representativas. Sin embargo, en España, este problema no se ha puesto tan de manifiesto ni por las organizaciones agrarias, ni por los poderes públicos, y uno se pregunta si es porque se produce de una forma más silenciosa, si es porque no lo asociamos a la gestión de la explotación, o si es porque las partes no hemos tenido la sensibilidad suficiente para tratarlo.
No todas las “cabezas” responden de la misma forma ante una tormenta de granizo que en una hora te arrasa toda una cosecha, ni responden igual ante una enfermedad animal que obliga a sacrificar a todo el rebaño, ni ante una caída de precios -y por tanto, de rentas- que te lleva a no poder cumplir con tus acreedores, ni ante la llamada del director del banco que te recuerda que ya has devuelto tres cuotas y que vas a entrar en la lista de morosos.
No todos nos tomamos de la misma manera la decisión de un propietario de rescindirte el arrendamiento de las tierras o los pastos, o que alguien con mejor cartera compre las propiedades que nuestra familia ha cultivado durante décadas. No todos somos capaces de tomarnos con la serenidad debida una avería del tractor que te hace un roto de treinta mil euros y tenerlo un mes parado en el taller.
La salud mental de agricultores y ganaderos es ya una materia de preocupación y ocupación por parte de las autoridades agrarias y de salud pública de muchos países desarrollados, yo diría que al menos de toda Europa y de Estados Unidos; como lo es la prevención de riesgos laborales, donde como es sabido el sector agrario se lleva su buen porcentaje de accidentes.
España tendrá que desarrollar planes en esta materia, y las organizaciones agrarias debemos de empezar a hablar de ello sin tapujos, sin complejos, sin prejuicios. Que la enfermedad no esté en las estadísticas oficiales no quiere decir que no exista, no quiere decir que no sea un problema o un drama para muchas familias.
Esta reflexión, que al ocupar un espacio tan relevante como es un editorial de Campo Regional se convierte de facto en una reivindicación, viene a cuento de una noticia de la Generalitat de Cataluña en la que se informaba que ofrecía ayuda psicológica a las familias ganaderas afectadas por la nueva enfermedad de la Dermatosis Nodular Contagiosa, que obliga a sacrificar a todas las vacas del rebaño. Pues eso, alguien tenía que ser el primero.
José Antonio Turrado. Secretario general de ASAJA Castilla y León


























