Opinión. Recordemos y preparémonos para futuras riadas. Cristóbal Aguado. Presidente de AVA-ASAJA

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En este triste aniversario de la DANA, no podemos sino recordar a las personas que perdieron su vida y a aquellas que todavía, un año después, continúan sufriendo sus dramáticas consecuencias, entre ellas miles de agricultores y ganaderos. Mirando hacia atrás, a ese fatídico 29 de octubre de 2024, queda claro que nadie podía imaginar esa riada de unas dimensiones tan catastróficas —pese a los sistemas oficiales de vigilancia y alerta— y que dejó descolocadas a todas las administraciones, desde el Gobierno de España hasta la Generalitat Valenciana y los ayuntamientos. Una riada que, además, se vio agravada por la falsa sensación de seguridad que hubo en la zona donde hubo más fallecidos por la sencilla razón de que no llovía.

Es momento de recordar, pero también de prepararse para futuras riadas —que las habrá— porque mejorar la prevención supondría el mejor homenaje que podemos rendir a las víctimas. En este punto, es evidente que urge la reparación, modernización y construcción de infraestructuras hidráulicas pendientes desde hace décadas que, si hubieran estado hechas en el día de la DANA, habrían reducido drásticamente el número de muertos, habrían minimizado los daños materiales y habrían ahorrado mucho dinero que ahora tenemos que gastar, por multiplicado, en la reconstrucción.

Me refiero sobre todo a presas que retengan más aguas hacia abajo (la que había, la presa de Forata, aguantó de milagro y fue clave para evitar un desastre aún mayor); a obras de laminación en la rambla del Poyo (habrían permitido retener parte de la avenida y dar más tiempo para salvar vidas); a una conexión con el Plan Sur de Valencia (hubiera reducido el caudal de los barrancos desbordados); y a la ampliación y refuerzo de encauzamientos (adaptaría su capacidad a las necesidades reales), entre otras actuaciones que los ingenieros y expertos en materia hídrica coinciden en reclamar.

Otra lección que no deben ignorar nuestros gobernantes es la gestión de los cauces y la limpieza de cañares para favorecer la circulación de caudales súbitos y evitar desbordamientos. Hay grabaciones que atestiguan las lanzas de cañas que formaron diques, junto a árboles y enseres arrancados, rompiendo puentes e inundando pueblos enteros y miles de campos, donde ahora han germinado a miles y es muy difícil erradicarlas. La caña es una especie invasora que las instituciones públicas deberían aplicarse en eliminar, ya que, por otra parte, los puentes no se construyeron para que se taponaran y colapsaran en una riada. Tanto las infraestructuras hidráulicas como la limpieza de cauces son retos inaplazables que han de abordarse rápidamente desde un punto de vista científico y con voluntad política.

Aunque algunas administraciones hayan tenido más gracia que otras para escurrir el bulto, la recuperación de esta riada y la prevención de otras en el futuro es responsabilidad de todas, sean del color que sean, porque el barro siempre será marrón. La gente está harta de escuchar excusas y culpas ajenas; quiere soluciones y las quiere ya. Así que menos hablar de intereses partidistas, que a todas las administraciones esta barrancada las pilló en mantillas, y más trabajar para que no volvamos a lamentar tantas pérdidas humanas, económicas y medioambientales por un fenómeno climático recurrente en la cuenca mediterránea, y que si ocurriera mañana, volvería a suceder. Lo menos que se puede hacer de las grandes tragedias, es aprender.

Cristóbal Aguado Laza. Presidente de AVA-ASAJA

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