Opinión. Peste porcina: cuando la sanidad animal empieza en el monte. Pere Roqué. Presidente de ASAJA Cataluña

Presidente ASAJA Cataluña

Lo primero, una precisión que conviene dejar clara: la peste porcina africana no afecta a los humanos ni convierte la carne en peligrosa, así que no tiene sentido que caiga el consumo por miedo. El problema es sanitario y económico para el sector, no de seguridad alimentaria.

Treinta años después de haberla dado por erradicada, España vuelve a tener el virus dentro de sus fronteras. De momento, “solo” en jabalíes. Pero cualquiera que se dedique a la ganadería sabe leer el siguiente renglón: si la enfermedad salta a las granjas, la broma se convierte en tragedia. No hay tratamiento, no hay vacuna en el mercado y la mortalidad en cerdos y jabalíes es prácticamente total. Este no es un texto para meter miedo al consumidor, sino un recordatorio incómodo y una crítica clara: hace años que desde el campo venimos avisando de la necesidad de controlar la fauna silvestre, y no se nos ha hecho caso. Sin ese control serio, todo el sistema de sanidad animal hace aguas.

Un recordatorio incómodo: sin un control serio de la fauna silvestre, todo el sistema de sanidad animal hace aguas.

El jabalí no lee BOEs, pero lleva virus

Llevamos años “celebrando” —con razón— la recuperación de la fauna: más ciervos, más jabalíes, más vida en el monte. El problema es que ese monte ya no está lejos: se pega a cultivos, carreteras, urbanizaciones y, por supuesto, granjas.

El jabalí se reproduce rápido, se adapta a todo y no distingue entre un encinar, un vertedero o la valla de una explotación porcina. Desde hace años, los técnicos avisan: es un reservorio ideal para enfermedades como la PPA. El virus aguanta en sangre, carne y restos de comida. Un bocadillo de embutido tirado en una cuneta y un jabalí que lo come pueden ser suficientes para encender la mecha.

Luego viene el manual conocido: cierre del parque, perímetro de seguridad, rastreo de cadáveres, desinfecciones, presencia de la UME. Y, al fondo, el verdadero miedo: que el virus salte de ese jabalí muerto al primer cerdo doméstico.

Fauna silvestre sí, pero gestionada

Cada vez que se habla de “control de fauna” saltan las alarmas cuando controlar fauna, en serio, significa: reducir densidades de jabalí donde el riesgo es más alto; retirar y analizar los cadáveres para que no sean almacenes de virus; limitar accesos en las zonas afectadas; reforzar la bioseguridad en las granjas del entorno.

Hecho así, tiene tres efectos claros: protege a los animales domésticos, evita que el virus se instale durante años en las poblaciones salvajes y defiende el empleo y la economía del mundo rural.

¿Hay riesgos? Sí. Un control mal diseñado puede convertirse en barra libre cinegética o en un destrozo ecológico. Por eso no puede improvisarse ni delegarse en ocurrencias: tiene que estar guiado primero por agricultores y ganaderos por veterinarios, técnicos del sector y datos, no por pulsos ideológicos.

O tomamos el control, o lo tomará el virus

La alternativa no es una postal bucólica de jabalíes felices al atardecer. Es un virus circulando, animales sufriendo y un sector entero en vilo. Podemos seguir discutiendo si preferimos decir “control”, “gestión” o “regulación”. Pero, al final, en sanidad animal mandan los hechos: o controlas tu fauna salvaje, o tu fauna salvaje acaba controlando tu destino. Porque la naturaleza no entiende de discursos. Entiende de equilibrios. Y ese equilibrio, nos guste o no, se llama control.

Pere Roqué. Presidente de ASAJA Cataluña

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