¿Cómo puede afectar la nieve al viñedo?

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) anuncia previsibles nevadas para los próximos días en varias zonas de España

Estamos en pleno invierno y desde la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) anuncian previsibles nevadas para los próximos días en varias zonas de España, especialmente, del interior.

Desde la Denominación de Origen La Mancha, y de la mano de técnicos de campo del Centro de Investigación de la Vid y el Vino de Castilla-La Mancha (IVICAM), responden a las preguntas que muchos se realizan con estas previsiones. ¿Afecta el frío y la nieve al viñedo?

La primera respuesta se encuentra en la propia naturaleza del clima en La Mancha. Se trata de un clima mediterráneo de interior, fuertemente continentalizado. Su ubicación en el interior de la península le aporta un carácter extremo para los solsticios de verano e invierno, marcados por la fuerte amplitud térmica y un rigor en el mercurio. Todo ello se traduce en la transición corta de los equinoccios de otoño y primavera hacia veranos secos y muy calurosos frente a inviernos muy fríos, con una aguda oscilación térmica.

¿Cómo se adapta la vid al invierno?

La vid es un cultivo leñoso, de naturaleza caduca en su masa foliar, lo que conlleva a una adaptación biológica de la propia planta motivados por los estímulos consabidos de las estaciones frías: el acortamiento de los días y el frío.

Por eso, entrado el otoño el viñedo se despoja de sus cabellos para presentar una semblanza fría y desnuda de pámpanas. Como matiza, Jesús Martínez, técnico de campo en el IVICAM, la vid entra, así pues, en un periodo de letargo vegetativo o dormición para “acumular reservas en las estructuras permanentes: troncos y raíces, reservas que van a ser recicladas en forma de nutrientes en la temporada siguiente.”

¿Es necesario el frío invernal para la vid?

Aunque la respuesta parece obvia, es importante matizar las funciones térmicas que cumple el frío durante el invierno, ya que, como explica Martínez, “las yemas latentes de la vid tienen unos requerimientos mínimos de frío para brotar, que se satisfacen mediante su exposición a bajas temperaturas”.

La ausencia de frío en los meses donde sí debe aparecer el frío puede conllevar desajustes severos en el comportamiento biológico de la vid tales como:

  1. a) retraso en la brotación de las yemas.
  2. b) brotaciones erráticas.
  3. c) disminución del número de brotes por sarmiento.
  4. d) disminución de racimos por sarmiento.
  5. e) poca uniformidad en el desarrollo de los racimos.
  6. f) retraso en la maduración de las bayas todo lo cual se traduce al final en producciones pobres, tardías y de baja calidad.

Los beneficios de la nieve para la vid

La nieve, no deja de ser una precipitación en forma sólida por condicionantes térmicos, y como tal es siempre bienvenida en el campo, sobre todo, en zonas como La Mancha, donde la pluviometría no supera los 500 mm anuales, con un fuerte estiaje en los meses estivales.

Además, puede contribuir a la formación de un próximo fruto, mejorando por tanto la calidad de la uva y la siguiente añada por varios motivos:

-Efecto higiénico: “al contribuir a su saneamiento por eliminación de parte de las poblaciones de hongos e insectos huéspedes que puedan suponer un perjuicio”.

-Incrementa las reservas hídricas, gracias a su deshielo que fomentan una recarga de los subsuelos (acuíferos) de naturaleza más porosa o kárstica.

Heladas a destiempo, el verdadero peligro del frío para la vid

A juicio de Jesús Martínez, el “verdadero peligro del frío para el cultivo de la vid está en las heladas primaverales, con las yemas a punto de brotar o ya brotadas y con los pámpanos jóvenes”.

Son las temidas heladas de abril y mayo, cuando el efecto abrasador de la helada es ya devastador y casi irreversible para la cosecha.

“En ese estado, la vid es muy sensible al frío y bastan temperaturas ligeramente por debajo de cero grados a la altura de esos órganos durante un cierto tiempo para que sus estructuras celulares puedan verse dañadas por congelación, viéndose entonces comprometida la producción”.

¿Es posible mitigar los efectos del frío extremo?

Las heladas invernales, como las que suelen producirse especialmente en el mes de enero, el mes invernal por excelencia en el hemisferio norte, “no son tan preocupantes, al menos si se mantienen por debajo de unos ciertos límites y durante un tiempo reducido”.

El límite y el riesgo llega cuando esas temperaturas tan bajas se mantienen por debajo de los -10 grados.

Por eso, “temperaturas continuadas de entre -12 y -15 0C pueden dañar las yemas, también los tejidos vasculares y las raíces superficiales. Por debajo de esas cifras y en las mismas condiciones las cepas pueden llegar a detener su actividad y morir”.

El peligro no llega con la nieve en sí, sino con las posteriores heladas cuando la temperatura cae a grados negativos y apenas alcanza los 0 grados en el mediodía.

No obstante, entran también en juego otros factores como “la edad del cultivo, de su posición topográfica, de la variedad de que se trate.”

Se puede combatir, o al menos, prevenir los efectos del frío con algunas técnicas de cultivo. “Muchas de nuestras parcelas están preparadas para resistir en cierta medida los daños por frio intenso al estar las cepas levantadas, apoyadas en espalderas, con las yemas separadas del suelo, donde se acumula el aire más frío. Esto en sí ya es un método de lucha.”

Otros métodos, insostenibles por evidentes motivos económicos son “el cubrimiento de las plantas, la producción de humos y nieblas artificiales y el uso de ventiladores, estufas o quemadores, con los que se pueden ganar unos grados que pueden ser vitales”.

¿Cómo pueden afectar estos fríos con nieve al ciclo de la vid?

Evidentemente, las temperaturas frías retrasan las brotaciones, “pero no es la intensidad de las heladas lo que determina este fenómeno sino el computo de tiempo”.

Como tal el cómputo de tiempo es el periodo de tiempo en el que “las cepas están por encima de 10ºC lo que determina la fecha de brotación. Los 10 ºC es lo que se considera el 0 vegetativo en la vid, o sea la temperatura a partir de la que se desencadena la actividad de las raíces”. En definitiva, “hasta que no se alcanza un número de grados día, no brota la vid”.

Aunque se trata de un techo aproximado que cambia ligeramente en función de la variedad. Eso explica que algunas variedades sean más resistentes a las heladas que otras, así como la brotación y maduración tempranas en otras, tan importante para condicionar la calidad del fruto en la vendimia.

El hielo permanente en el suelo durante unos días “no debería significar cambios importantes en el mismo, aunque favorecerá su esponjosidad”. Como remarca este técnico del IVICA, “el agua al helarse se expande, lo que resultará en una mayor porosidad posterior del suelo”.

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