El campo a diagnóstico: el estrés climático y la globalización avivan las plagas

tomates

El alza en los costes de producción preside la radiografía del campo en un diagnóstico que coronan los altos precios, ahora bien, el estrés climático y la globalización ponen también en juego la viabilidad de los cultivos, pues son dos factores que amenazan a la producción de fruta y de verdura.

El tomate con la plaga de mildiu, la fresa con las altas temperaturas en el periodo de invierno o las heladas de la primavera que supusieron la fuerte reducción de la fruta de hueso, especialmente en Aragón y Cataluña, son algunos de los ejemplos de cómo el tiempo afecta al campo.

El estrés climático, con temperaturas no habituales para la época y, en algunos casos, extremas, dañan a unos cultivos ya afectados por el alza de los costes de producción.

Precisamente uno de los factores que han determinado en mayor intensidad la calidad y la cantidad de las producciones hortofrutícolas, como la alcachofa o el aguacate, son las condiciones climatológicas adversas.

Pero también intervienen las plagas, un problema relacionado directamente con el cambio climático y el aumento general de las temperaturas, según explica en declaraciones a Efeagro el experto en Entomología Agrícola Universidad de Córdoba, Enrique Quesada Moraga.

Globalización y nuevas plagas

La capacidad de colonización de las especies de insectos se ve favorecida por el cambio climático debido a unas temperaturas más cálidas que ayudan al desarrollo e intensidad de la población de estas plagas.

En el caso de España, Quesada apunta que el país puede sufrir en menor intensidad este factor ya que, al poseer un clima mediterráneo el aumento de temperatura no ha sido tan significativo como en otras zonas del norte a las que sí podrían afectar con mayor virulencia.

Los cálculos del experto cifran en unas 40 nuevas especies las que han entrado en el país desde 1985, especies nuevas que, sobre todo, han afectado a los cítricos y que, en muchos casos, afectan a varios cultivos.

No obstante, el experto en entomología agrícola advierte de que la globalización, acompañada de un mayor trasiego e intercambio de cultivos, supone incluso una mayor amenaza para las plantaciones.

Una tesis que también comparte el director de la Asociación Empresarial Para la Protección de las Plantas (Aepla), Carlos Palomar Peñalba, quien apunta a que “existe una amenaza” debido a ese movimiento de material vegetal que ha propiciado en los últimos años nuevos vectores de plagas más dañinos.

En este sentido, “las restricciones en el control de plagas y las pocas sustancias activas que tienen (los cultivos)” están propiciando que la industria opte por otros países como Portugal o Marruecos.

Además, el director de Aepla indica que cultivos “relativamente nuevos”, como el caqui, también están sufriendo las afecciones de las plagas.

Los enemigos naturales

A juicio de Quesada, uno de los problemas que genera la entrada de nuevas plagas es la ausencia de “enemigos naturales” para combatirlas, una dificultad que califica como de “primer nivel” y que se enmarca dentro de los efectos del cambio climático.

Las variaciones de temperatura alteran los ciclos de los insectos y, con ello, también los de esos “enemigos naturales” que podrían ayudar a reducir la mortalidad de las plantas.

Un “desacople” entre los ciclos naturales de los enemigos y de los fitófagos que “preocupa” al experto ya que podría propiciar que el “control natural del campo” no se produzca.

El papel de los fitosanitarios

Para el director de la asociación, uno de los factores relevantes a la hora de reprimir y evitar la entrada de plagas reside en la “vigilancia por parte de las autoridades en los puertos y aeropuertos”.

En la misma línea, menciona la “lucha biológica combinada con la farmacia de las plantas” y resalta la dificultad del registro en los fitosanitarios a la par que la disminución de las soluciones como consecuencia de la resistencia que han generado los insectos a ellas.

Cada vez hay menos soluciones, explica, “hace 20 años había 1.000 principios activos y ahora hay 400, cada vez cuesta más sacar nuevos”.

Todo ello daña a unos cultivos que se enfrentan, no solo al incremento de las temperaturas y de una climatología adversa, sino también, a la globalización y la llegada de nuevas plagas y resistencias. Celia Arcos (EFEAGRO)

 

 

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