La agricultura de conservación se reivindica: “el que empieza no lo deja”

Desde el Ifapa consideran que las nuevas ayudas de los ecorregímenes son “una oportunidad para propiciar el cambio”

agricultura de conservación

Los productores tienen una oportunidad única en la agricultura de conservación para mejorar la calidad de los suelos y su productividad, al tiempo que contribuyen a la captura de carbono y la reducción de emisiones a la atmósfera con un modelo que «quienes empiezan no dejan».

Así lo resalta en una entrevista a Efeagro Rafaela Ordóñez, investigadora del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica (Ifapa) y vicepresidenta de la Asociación Española Agricultura de Conservación Suelos Vivos (Aeacsv).

El reto es enorme, pues España afronta graves problemas de desertificación, con un 74 % del territorio en riesgo, y de erosión, con un 46 % de su extensión sufriéndola por encima de los límites tolerables de pérdida de suelo, según cifras oficiales.

A esto se une el bajo contenido de materia orgánica, que afecta a gran parte de la superficie agraria y supone un alto riesgo de pérdida de calidad del suelo y de productividad, apunta la experta, que atribuye estos fenómenos no solo a la acción convencional de los agricultores, sino también a las condiciones del cambio climático.

Para proteger el suelo y mejorar su fertilidad, Ordóñez propone aplicar los principios básicos de la agricultura de conservación, la supresión del laboreo, el mantenimiento de una cobertura vegetal y la rotación de cultivos, que se ejemplifican en la práctica de siembra directa en cultivos herbáceos y en las cubiertas vegetales en cultivos leñosos.

Prácticas en España

España cuenta con 845.000 hectáreas con siembra directa (750.000 hectáreas de cereal), sobre todo en Castilla y León, y 1,35 millones de hectáreas con cubiertas vegetales (781.000 hectáreas de olivar), especialmente en Andalucía.

Entre estas últimas prácticas, Ordóñez explica que los cultivos más empleados suelen ser las gramíneas y que la tendencia es rotarlas con leguminosas, que captan nitrógeno y favorecen la fertilidad.

Si este manejo del suelo no se ha extendido más ha sido -en su opinión- por la propia «mentalidad del agricultor», que se siente más seguro siguiendo las costumbres.

Y, sin embargo, «el que empieza en la agricultura de conservación no lo deja; cuesta empezar, pero luego se encuentran muchos beneficios al aplicar estas técnicas y el productor lo hace sin ayuda, de hecho, lo hace por convencimiento», subraya Ordóñez.

Reconoce que los productores deben adaptarse a un sistema nuevo que requiere formación e inversiones, por lo que son necesarios más incentivos económicos para ayudarles a dar el salto.

Lucha climática

La agricultura de conservación tiene, además, gran potencial en la lucha contra el cambio climático porque es capaz de almacenar más carbono en el suelo que el sistema convencional, ya que deja los restos vegetales en el suelo, evitando las emisiones a la atmósfera.

Ordóñez añade que el laboreo emite por consumo de combustible dos veces más que la siembra directa, otra forma de reducir emisiones.

Menciona trabajos de investigación realizados en España que muestran cómo las prácticas de la agricultura de conservación son capaces de capturar, con la implantación de cubiertas vegetales en cultivos leñosos, 5,6 toneladas de CO2 por hectárea y año más que con el laboreo.

Las capturas en toda la superficie agraria donde se emplean siembra directa y cubiertas vegetales pueden ascender así a 9 millones de toneladas de CO2.

Si esto se aplicase a todas las tierras de herbáceos y leñosos de España, se podrían compensar emisiones equivalentes a las del abastecimiento energético de 6 millones de hogares o secuestrar tanto carbono como un bosque de más de 25 millones de hectáreas, como pone de ejemplo Ordóñez.

La PAC, una oportunidad

La especialista de Ifapa considera que las nuevas ayudas de los ecorregímenes, incluidas en la Política Agraria Común (PAC) y que financiarán estas prácticas sostenibles con hasta 165 euros por hectárea, son «una oportunidad para propiciar el cambio» y que a los agricultores «no les asuste tanto».

Otra forma de obtener rendimiento son los mercados de créditos de carbono, de los que se están beneficiando, por ejemplo, los productores de Estados Unidos, pero que en la Unión Europea (UE) son vistos con reticencias por el sector por la incertidumbre y la falta de información que existe en torno a ellos.

«Uno de los grandes retos de futuro es dotar de transparencia a los mercados de carbono de manera que se genere confianza, para que los agricultores sepan el terreno que pisan y se animen a adoptar esas prácticas y comenzar a vender créditos de carbono», enfatiza Ordóñez.

Ante el surgimiento de muchas empresas certificadoras interesadas en el sector agrícola, la vicepresidenta de la Aeacsv destaca la importancia de definir la cuantificación y la certificación de esos créditos bajo unos criterios comunes, un asunto en el que está trabajando la Comisión Europea con la ayuda de un grupo de expertos.

La Asociación Española Agricultura de Conservación Suelos Vivos trabaja sobre todo en proyectos de transferencia de investigaciones como los del programa LIFE de la UE y en grupos operativos, siempre en colaboración con instituciones académicas, centros de investigación, administraciones, organizaciones agrarias, empresas y otras entidades europeas dedicadas a este tipo de agricultura. Belén Delgado. EFEAGRO

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