En su último análisis del mercado de cereales de 2023, Vicente Marqueta, técnico de la Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos (APAG) de Guadalajara, señalaba que el 2023 será recordado como el peor año en términos productivos para España desde 1990.
El desastre es mayor si se tiene en cuenta que los costes productivos fueron insoportables: fertilizantes, semillas, fitosanitarios, gasoil… Siguiendo la senda de inflación han dejado al agricultor español desmayado para hacer frente a la nueva campaña.
Nueva PAC
Por otro lado, la nueva PAC, lejos de regular para dar seguridad al productor, complica extraordinariamente la toma de decisiones imponiendo medidas de ecorregímenes para percibir ayudas más necesarias que nunca y desincentivando la producción que la industria española necesita.
¿Qué importa si tenemos barcos y camiones para traer grano de fuera? ¿Quién gana y quien pierde? Mover todo ese grano tiene una huella de carbono insignificante. Eso no importa.
El malestar y desánimo es patente en el sector productivo español y europeo en un contexto bélico, económico y burocrático realmente complicado y formidablemente incierto.
Las amenazas son enormes, en lo climático no se puede intervenir por más que muchos se empeñen, salvo que nos dediquemos a ser dioses, pretensión muy frecuente entre los dueños del dinero.
La huella de carbono es un pisotón al sector primario y una mina de oro para los que les importa un comino la agricultura, la ganadería y la riqueza cultural y paisajística que aporta.
¿De qué se alimentan las plantas? ¿CO2? Sí, carbono, y del trabajo del hombre que las cultiva y de los sectores que aportan tecnología para hacerlas más resistentes y seguras.
Así, demos la bienvenida al 2024 rogando a Dios para que las cosechas sean cuantiosas y suficientes para todos.
