El auge de las plataformas móviles: Por qué cada vez más usuarios se pasan al formato digital

La semana pasada me pilló un atasco monumental en la M-30. Dos horas parado, sin poder moverme ni un metro. ¿Sabes qué hice? Pues sacar el móvil y echarme unas partiditas en Frumzi casino para matar el tiempo. Y mientras esperaba a que la ruleta virtual girara, me di cuenta de algo: hace diez años, habría estado ahí sentado, maldiciendo y dándole golpes al volante. Hoy, con un cacharrito que cabe en mi bolsillo, puedo acceder a todo un mundo de entretenimiento. Y no soy el único, claro. El fenómeno de los juegos móviles ha explotado de manera brutal en los últimos años, cambiando para siempre cómo, cuándo y dónde jugamos.

Del salón recreativo al bolsillo: una revolución silenciosa

Todavía me acuerdo de las tardes que pasé de chaval en el Petete, el salón recreativo del barrio. Metía las monedas de 25 pesetas (sí, soy de esa quinta) con la ilusión de batir mi récord en el Street Fighter. Teníamos que ir físicamente allí, esperar nuestro turno, y cuando se acababan las monedas… a casa con las manos vacías.

Ahora me parto de risa cuando mi sobrino Dani, de 14 años, me dice que eso suena «prehistórico». El otro día me enseñó su móvil con Frumzi casino instalado y me soltó: «Tío Javi, esto es mucho mejor. Puedo jugar donde quiera, cuando quiera, y no tengo que pedirle monedas a nadie».

Y tiene toda la razón del mundo, el condenado. La comodidad es inigualable.

El momento «¡Ajá!» de mi madre

Lo más gracioso de todo esto es que hasta mi madre, con sus 72 primaveras y su miedo tecnológico, se ha pasado al gaming móvil. Hace unos meses la pillé jugando al bingo en su tablet. ¡Mi madre! La misma que decía que «esos cacharros son para los jóvenes».

«¿No prefieres ir al bingo de verdad, mamá? Con tus amigas y eso», le pregunté extrañado.

«Hijo, ¿tú sabes lo que es tener que aguantar a la Paqui contándome sus operaciones mientras intento concentrarme en los números? Aquí juego tranquila, a mi ritmo, y sin tener que arreglarme». Touché, mamá.

Ese es el momento «¡Ajá!» que muchos están experimentando: darse cuenta de que lo digital no solo imita lo físico, sino que en muchos aspectos lo mejora.

La tecnología que cambió las reglas del juego

Mi colega Ramón, que es un friki de los gadgets, siempre dice que «un buen teléfono móvil actual tiene más potencia que todos los ordenadores que mandaron al hombre a la Luna». Exagerado o no, lo cierto es que la tecnología móvil de hoy es una bestia comparada con lo que teníamos hace apenas unos años.

La semana pasada estaba yo en Frumzi casino jugando al póker desde mi móvil, y la experiencia era tan inmersiva que por un momento olvidé que estaba en el metro. Gráficos fluidos, sonido cristalino, respuesta inmediata… nada que envidiar a un ordenador de sobremesa.

El factor social: jugar solo, pero acompañado

Una de las cosas que más me sorprende de esta nueva era del gaming móvil es cómo ha transformado el aspecto social. Antes, jugar a los videojuegos era mayoritariamente una actividad solitaria o, como mucho, compartida con quien tuvieras físicamente al lado.

Ahora, puedo estar jugando al póker en Frumzi casino con mi primo que vive en Berlín, mi amigo de la uni que está en Buenos Aires, y un tipo de Tokio que no conozco de nada. Y todos charlando por el chat como si estuviéramos en la misma habitación.

El grupo de WhatsApp que se volvió loco

Tengo un grupo de amigos del instituto con los que quedamos religiosamente una vez al mes para ponernos al día. El año pasado, Mikel, el friki tecnológico del grupo, nos convenció para descargar Frumzi casino y participar juntos en un torneo.

«Venga, será divertido», nos dijo. «Podemos jugar todos a la vez aunque no quedemos en persona».

Lo que empezó como una simple prueba acabó convirtiéndose en nuestra rutina semanal. Ahora, todos los jueves a las 10 de la noche, nos reunimos virtualmente para jugar y charlar. El grupo de WhatsApp, que antes se activaba solo para organizar las quedadas, ahora no para quieto con conversaciones sobre estrategias, bromas sobre las malas jugadas de Óscar (que es malísimo, el pobre) y planes para el próximo torneo.

La democratización del juego: de nicho a mainstream

Quizá lo más revolucionario de todo este fenómeno es cómo ha democratizado el acceso al juego. Antes, ser «gamer» era algo de un perfil muy específico: típicamente jóvenes, mayoritariamente hombres, con cierto nivel adquisitivo para permitirse las consolas o PCs necesarios.

Ahora, mi vecina de 60 años juega al Candy Crush en el autobús. El repartidor que me trae los paquetes de Amazon aprovecha sus descansos para echar unas partidas. La canguro de los niños de mi hermana juega a no sé qué cosa de granjas mientras los peques duermen.

Y sí, plataformas como Frumzi casino han aprovechado esta democratización para llegar a públicos que jamás habrían entrado en un físico.

La historia de mi suegro que me dejó flipando

«¿Desde cuándo juegas tú a esto?», le pregunté entre susurros para que mi suegra no nos oyera.

«Desde que me jubilé», me confesó. «Antes iba al casino con los amigos una vez al mes, pero ahora puedo jugar un ratito cada día sin tener que arreglarme ni gastar en copas».

Y así, señoras y señores, es como la revolución móvil ha conquistado hasta a sus críticos más acérrimos.

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