El vino en tiempos de paz, guerra y fronteras. Brindis de paz en la nieve. DO La Mancha

Recuperamos en un brindis por la paz, aquel recuerdo de la I Guerra Mundial, cuyo armisticio se firmó hace ahora 100 años

Ha sido, sin duda, la efemérides internacional de la semana. Aquel 11 de noviembre de hace un siglo, las potencias europeas sellaban el compromiso de alto el fuego definitivo a las once de la mañana tras cuatro años de sangriento e inútil conflicto mundial.

Tras el atentado en Sarajevo al archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona austro-húngara en junio de 1914, el inicio de las hostilidades en agosto de ese año marcó el comienzo de la Gran Guerra. Una contienda que ha pasado en los anales de la historia marcada por su crueldad en el frente, el coste estéril de vidas humanas y las enormes penalidades sufridas por los soldados, con secuelas físicas y psicológicas de por vida.

La dureza de las trincheras, el armamento letal, desconocido hasta el momento en el campo de batalla, y la destrucción de pueblos e infraestructuras dejaría secuelas y heridas sin cerrar en un conflicto al que se llegó por agotamiento de sus contendientes. La inclemencia, además, tras la paz con el vencido impondría severas sanciones económicas sobre la población civil siendo el perfecto caldo de cultivo para el nazismo posterior que desembocaría posteriormente en la II Guerra Mundial.

Rhin, tierra de frontera

No es casualidad la mención a la I Guerra Mundial cuando nos situamos en esta zona de la Europa occidental, entre Francia, Bélgica, Holanda y Alemania, tierra de fricciones entre naciones a la par de ser también el eje industrial de mayor desarrollo económico en el corazón de la vieja (Unión) Europea.

Si repasamos la historia detenidamente, ya en la antigüedad, las mismas legiones de Roma miraban con recelo más allá del Rhin, frontera natural del Imperio con las temidas tribus germanas. Algunos osados como Varo en época del emperador Augusto (S. I dc) fueron masacrados en los bosques frondosos de Teotoburgo con todas sus legiones cuando se atrevieron a llegar con temeridad casi al Río Elba.

La Edad Media no hizo sino acentuar la división y parte de la rivalidad histórica entre germanos y galos cuando, tras la muerte del gran Imperator Ausgustus, Carlomagno, con sede palatina en Aquisgrán, sus dominios fueran repartidos entre sus hijos.

Los deseos imperiales de subyugar al resto del continente radican en este territorio concentrado, con alta densidad de población y un gran desarrollo industrial a lo largo de los siglos posteriores (desde el flamenco, Carlos V, hasta el Rey Sol Luis XIV, el corso Napoleón y las sucesivas versiones del Reich alemán).

Sin embargo, aunque ha sido escenario de las más encarnizadas batallas, sus fronteras son hoy, afortunadamente cruzadas con libertad fraterna y comercial entre unos estados y otros. Es el ejemplo de los vinos DO La Mancha que desde el año 2015, de manera ininterrumpida, viajan para asistir a Prowein en la que es hoy la Feria profesional del vino más importante del mundo.

Con sede en Düsseldorf, muy cerca de Colonia, en el núcleo del Rhur industrial, Prowein impresiona al visitante por su volumen y oferta. 100 años después de la I Guerra Mundial que tanto sufrimiento dejó, el lenguaje hablado en la Messe no es bélico. Todo lo contrario. Se habla de variedades, aromas, tendencias, bodegas y sensaciones. Es el lenguaje de la cata. Universal, comercial, y casi diríamos fraternal en la capacidad de sentar en la misma mesa a países, pueblos, regiones, bodegas y zonas vinícolas en torno a un producto que liga culturas, haciendo la vida más llevadera, feliz y próspera a quienes lo comercian y consumen.

Alemania es el segundo cliente mundial (el primero en términos comunitarios) para los vinos de La Mancha. La fidelidad del consumidor teutón por los tintos jóvenes de La Mancha es histórica, apreciando sus aromas frutales desde hace décadas.

La historia, dicen, señala los errores del pasado para evitar su repetición en el tiempo presente y futuro. Es preciso que valoremos la paz en su amplio valor para no emular el sufrimiento de las extintas generaciones anteriores a lo largo del siglo XX.

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