El relevo generacional que agrieta el futuro de olivar en tres perspectivas

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El olivo es el árbol que une a María Ángeles Crespo, Juan Crespo, y Álvaro Olavarria y también el que los separa, los tres han compartido un oficio, la aceituna; pero cada uno posee una perspectiva diferente sobre un sector no exento de un problema que agrieta el campo, el relevo generacional.

Los dos primeros son dos hermanos, ella de 26 y él de 23 años, que viven en Las Infantas, un pequeño pueblo de Jaén.

Ambos han trabajado en la temporada de la aceituna, sin embargo, el camino de ella se ha separado de los mantos y las «guitarrillas» mientras su hermano ha permanecido y avanzado en él.

Por su parte, Olavarría es el director de la empresa de aceite de oliva sevillana Oleoestepa.

Relacionados desde diferentes desempeños en la industria del aceite de oliva, todos reconocen el problema de relevo general que sufre el campo, en general, y que desemboca en una «falta de trabajadores» en concreto en el aceite, según denuncia a Efeagro Juan Crespo.

Para el representante de Oleoestepa, esta falta de trabajadores se acentúa en las pequeñas explotaciones, donde se está viendo una «tendencia a externalizar los servicios», es decir, que una empresa independiente se encargue de todo el proceso productivo.

Olavarria explica que estas empresas están «cada vez están más especializadas» y son una opción para el pequeño agricultor que no tiene mano de obra directa.

Precisamente los dos hermanos comenzaron trabajando hace un par de años en una de estas explotaciones familiares, la de su abuelo, y con el tiempo solo él ha seguido en el sector, pues ahora ha dado el paso del campo a la cooperativa.

Las condiciones laborales, un obstáculo que supera a las ayudas

«Si pudiésemos coger otro trabajo lo haríamos», reconoce el hermano pequeño nada más comenzar a hablar sobre su trabajo.

Durante dos campañas ha madrugado cada mañana para recoger la aceituna, ahora explica que trabaja en la cooperativa, dónde se encuentra «más cómodo» debido a las condiciones laborales.

En ella, se dedica a recoger muestras de los camiones que entran con la aceituna para medir su rendimiento.

Una importante parte de sus amigos también trabaja en este sector, amigos con los que comparte su deseo por «trabajar en otro lugar» debido a la «dureza» del campo: «Me iría a trabajar a un bar, para pasar frío por lo menos estoy en un lugar cerrado».

En este sentido, cuando Juan habla sobre estas condiciones laborales, no menciona en ningún momento las ayudas de las que disponen los jóvenes del campo promovidas por la Política Agraria Común como un aliciente con el que subsanar estas «duras» condiciones.

«El campo no es una buena opción para los jóvenes» insiste el chico para añadir, además, que este trabajo «no está bien pagado» como un contra más en la lista que equilibra el seguir o no trabajando en él.

La falta de mujeres, un problema que se agudiza en las jóvenes

María Ángeles Crespo no solo apoya los argumentos de su hermano, sino que los reafirma: «Si no tienes nada mejor vas a la aceituna», declara.

Si Juan destaca la «dureza» de las condiciones laborales, la joven hace hincapié en que es un sector muy «inestable», que tiene la desventaja de durar un par de meses si, al contrario que su hermano menor, sólo se trabaja durante la campaña de la aceituna en el campo.

En el lado positivo, ambos valoran que no es un trabajo difícil de compaginar con otros precisamente por esas condiciones y el tiempo que requiere.

No obstante, en el caso de María Ángeles Crespo las desventajas aún se ven agravadas por ser mujer, hecho por el que denuncia que es «más difícil» introducirse en el sector y en concreto en lugares como las cooperativas donde, incide, las condiciones laborales son mejores.

«Piensan que no vas a tener la fuerza que puede tener un hombre», reconoce la joven, quien después de varios años decidió no seguir en la recogida de la aceituna.

Esta brecha de género no solo se ve en la fuerza de la que habla María Ángeles sino, también, en los sueldos y en la situación en el campo en general.

Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el 63 % de perceptores de ayudas de la Política Agraria Común (PAC) son hombres y sólo el 37 % son mujeres.

Además, ellas reciben un importe medio de 3.825 euros anuales, mientras que el de ellos es de 6.059, es decir, un 36,4 % menos.

Es por ello por lo que, precisamente la futura PAC, que entrará en vigor en 2023, incluye intentar solventar esta desigualdad entre hombres y mujeres en el campo con presupuestos específicos para ellas.

Medidas como esta o la externalización de los servicios que apunta el representante de Oleoestepa, pueden ayudar a mejorar el estado de un campo agrietado por la falta de jóvenes para trabajar en él. Celia Arcos. EFEAGRO

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