Vicente Marqueta, técnico de la Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos (APAG) de Guadalajara, ha vuelto a realizar su periódico análisis del mercado de los cereales, indicando que es “caótico, pues la especulación y la inflación traen de cabeza a los inversores”.
Los flujos comerciales van a cambiar por completo debido a la guerra de Putin y ningún país quiere perder en la partida de reparto de bienes. Habla de economía de guerra, de subsistencia.
Antes del desastre, la mayor parte del mundo desarrollado daba por hecho que comer y calentarse (por ejemplo) era algo por lo que no debían preocuparse en exceso. Digamos que esas cosas básicas estaban medianamente aseguradas por las «buenas relaciones comerciales» entre países. Hoy, todos los gobiernos buscan sin aliento garantizar energía y alimento para su población, pero por desgracia eso que antes era razonablemente accesible, hoy es carísimo, precisamente porque es inaccesible.
El desabastecimiento presente y futuro de materias primas procedentes del Mar Negro y Rusia, los altos costes de la energía, petróleo, gas o fertilizantes generan una incertidumbre insoportable para el mercado. ¿Quién sabe cómo de buenas o malas serán las cosechas venideras?
Ante esta situación, España sufre y su economía no lo soporta. Paros y manifestaciones por doquier de empresas y autónomos. Agricultores, ganaderos, pescadores, transportistas… ¿lo siguiente será una huelga de trabajadores? Si las empresas paran porque los costes no les permite obtener beneficios ¿los trabajadores harán huelga porque sus nóminas no les permite pagar sus gastos corrientes?
¿Subimos impuestos para ayudas y mantener el estado de bienestar? ¿Bajamos impuestos para que las empresas y autónomos no tengan que cerrar? Creo que la ciencia política y económica se encarga de regular todo esto.
¿Y el mercado agrícola nacional? La demanda de trigo, cebada o maíz para pienso está bastante cubierta. Los fabricantes no compran porque lo que tienen comprado no les llega ni por tierra, ni por mar.
