A San Isidro rogando y con el tractor fumigando… las calles

Agricultores y ganaderos celebran confinados al Patrón ante un horizonte de numerosas incertidumbres

Este viernes 15 de mayo, agricultores y ganaderos celebran a su Patrón, San Isidro Labrador, en unas circunstancias inimaginables, marcadas por el coronavirus y sus nefastas consecuencias.

Esta jornada es siempre motivo de celebración y regocijo en toda España, pero este año no hay fiestas, ni romerías, ni concursos, ni tractores engalanados, ni zurra, ni nada. Hay pena e incertidumbre por numerosos miedos ligado al campo y al día a día.

Tradicionalmente al Santo se le ha pedido agua, buenas cosechas, pocas plagas, menos pedriscos… pero este año se le pide, prioritariamente, salud, consuelo, fuerza, ánimo… para todos los españoles.

Y en el plano meramente agrario, que la crisis y sus consecuencias no se lleven definitivamente por delante a miles de agricultores y ganaderos que antes de esta pandemia ya estaban muy tocados, lo que les llevó a sacar sus tractores por las calles del país para pedir algo tan simple como precios justos para sus productos. Pues apenas unos días después, esos mismos agricultores, a bordo de esos mismos tractores, empezaron a desinfectar las vías de sus localidades, y en eso siguen, de forma altruista.

Ruegan lluvia que haga crecer sus cosechas, esas que no saben a cuánto precio venderán; ruegan mano de obra, sorprendidos por no encontrar trabajadores mientras las listas del desempleo se agigantan, en el sector Agricultura también; ruegan no ser considerados esquilmadores del agua o devastadores del medio ambiente, mientras los propios críticos se inflan de viandas producidas en el campo; ruegan que no se les rompa la maquinaria y no poder hacer frente a los arreglos; ruegan que no les roben sus cosechas, maquinaría, aperos, gasoil, etc. mientras leen informes donde prevén un aumento de robos en las zonas rurales y, sobre todo, ruegan salud para todos los suyos y para ellos mismos, para poder seguir abasteciendo de alimentos a toda la sociedad, en un momento crucial para la historia de su Nación.

San Isidro

San Isidro nació en el Madrid musulmán del año 1082 y fue un labrador mozárabe que estuvo posiblemente al servicio de la familia Vargas y de otros tantos señores terratenientes como Francisco Vera.

Su trabajo como jornalero se realizó principalmente en el área de Madrid y alrededores. Se conocen algunos detalles de su vida por las alabanzas que indica un códice encontrado en la Iglesia de San Andrés en 1504 (denominado como Códice de San Isidro y escrito a finales del siglo XII) y donde se denomina Ysidorus Agricola. En este documento se menciona que está casado con un hijo y proporciona referencia de diversos milagros.

Pese a que aún no estuviese santificado, los madrileños le rendían culto desde el siglo XII que iba incrementándose rápidamente en siglos posteriores. Por ello, las autoridades eclesiásticas, municipales, la aristocracia madrileña y la corona real española lideraron su proceso de canonización en el siglo XVI.

La narración de los milagros puede diferir unos de otros, y se encuentra influenciada por la tradición oral popular. San Isidro es el primer laico casado llevado a los altares tras un proceso de canonización instruido por la Congregación de Ritos.

El 12 de marzo del año 1622 fue finalmente canonizado por el papa Gregorio XV, y en 1960 el papa Juan XXIII le declara mediante bula como santo patrón de los agricultores españoles. Su cuerpo es empleado en procesiones del siglo XV para hacer rogativas por la lluvia en Madrid, su popularidad se extiende posteriormente. Isidro labrador fue un santo zahorí, pocero, taumatúrgico y hacedor de lluvias. Hombre sencillo y bienhechor de los pobres empezó a ser venerado por el pueblo de Madrid unos cuarenta años después de su fallecimiento.

Posiblemente el milagro más famoso de todos es el que salvó a su hijo Illán de una muerte segura. Al parecer, mientras San Isidro se encontraba trabajando en el campo su hijo cayó en el interior de un profundo pozo. Cuando llegó se encontró a su mujer, Santa María de la Cabeza desesperada y lamentándose por lo que había ocurrido. Ambos se pusieron a rezar junto al pozo y pronto el nivel del agua comenzó a subir hasta que el niño salió a la superficie.

Otro de los capítulos atribuidos a San Isidro y también tiene como protagonista al agua. Un día que el santo estaba cumpliendo con sus labores del campo recibió la visita de su señor, Iván de Vargas, quien le pidió un poco de agua para beber ya que era un día muy caluroso. El santo se dio cuenta entonces de que se le había terminado así que cogió su cayado y golpeó el suelo diciendo: “Cuando Dios quería, aquí agua había”. En aquel mismo instante comenzó a brotar agua del suelo.

San Isidro tuvo un gran amor por los animales y su relación con éstos también desembocó en otro capítulo milagroso. Un día que había nevado se dirigía al molino cargando sobre sus espaldas un pesado saco de grano. De camino sintió pena por un grupo de pájaros que, por culpa de la nieve, no eran capaces de encontrar su alimento en el suelo así que decidió compartir con ellos parte del cereal que cargaba. Cuando llegó a su destino descubrió con asombro que el saco estaba otra vez lleno.

¡Viva San Isidro!

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