Frente a un objetivo ambicioso: soplar y sorber. Alberto Marcilla López. Director Banca Rural Globalcaja

Nos enfrentamos al que puede ser el mayor reto como especie que hayamos tenido y somos testigos y actores principales de un cambio de época, originado por el Cambio Climático, que nos obligará a cambiar nuestra forma de vivir en general.

Pero, en contra de lo que hasta ahora se venía diciendo, culpando al sector agro del grueso de este problema, y que el confinamiento ha venido a demostrar que no era cierto, a los agricultores y ganaderos, el Cambio Climático les ocupa, mientras que, a otros, solo les preocupa.

Los planes incluidos en las Estrategias Biodiversidad 2030 y De la granja a la mesa, nos proponen para la próxima década el doble objetivo de “soplar y sorber”:

  • Disminuir un 10% la superficie agraria útil.
  • Aumentar hasta el 25% la superficie de los cultivos ecológicos. (¿Es esa la demanda o se piensa incentivarla en detrimento de otras formas de producción?)
  • Reducir un 50% el uso de fitosanitarios y un 20% el de fertilizantes.
  • Reducir a la mitad el uso de antibióticos, cosa que ya se había logrado. (La innovación agrícola y la sanidad vegetal son parte de la solución, no del problema.)
  • Desincentivar el consumo de carne, producto básico de nuestra dieta mediterránea, mientras el consumidor come productos con apariencia de hamburguesa sin estar hecho de carne.

Pero un 50%, 10%, 25% de qué. Un día una amiga me decía, mañana va a caer la mundial. Un 100%!! Yo le preguntaba, un 100% de cuánto? Ella me decía… Un 100%!!

  • ¿Estos porcentajes parten de 0 o sobre lo que ya tenemos?
  • ¿Los criterios para medir los porcentajes serán los mismos en España, en Francia o en Polonia?

Estamos ante un documento político y no legislativo que no exige legalmente estudios de impacto, pero me escuece que las tendencias legislativas se tomen sin base científica y si en función de lo que dicen los que se preocupan, sin contar con los que se ocupan.

El consumidor es el centro. Todos somos consumidores. Pero una cosa es lo que piensa el consumidor, y otra muy distinta lo que hace. Y si no, mirémosle la cesta de la compra. Y no les culpo. Los bolsillos cada día son más estrechos, y el miedo ante lo desconocido que provoca esta pandemia, hará que el consumidor sea más exquisito, sin duda, en sus intenciones, pero no en sus acciones.

Todos estos cambios, en aras de justificarnos ante el urbanita, me preocupa que nos dejen fuera de juego en los lineales, ante productos de países terceros a los que no se les exige la reciprocidad en la normativa de producción. Nos quedaremos fuera de juego cuando quizás para ser más competitivos, las producciones se tengan que deslocalizar, lo cual, me hace pensar qué hubiese pasado si hubiésemos dependido de los alimentos como del material sanitario de otros países.

Importamos productos agroalimentarios sin garantías sanitarias, que también producimos en Europa bajo las exigencias más restrictivas del planeta, con el consiguiente incremento de costes, reducción de rentabilidad, y dolor de espalda de tanta palmadita en la espalda por ser sostenibles medioambientalmente y, a este paso, sostenidos de un hilo al borde del abandono.

Aprovechemos el nuevo diseño de la PAC y del plan estratégico nacional para apostar por los principios de preferencia comunitaria y de reciprocidad.

 

La senda descrita es «de la granja a la mesa», pero es responsabilidad nuestra invertir la senda y que el consumidor se levante de la mesa y se acerque a la granja, y conozca cómo se producen los alimentos, demostrarle que lo hacemos bajo los estándares de calidad más restrictivos del planeta. Enseñarles que nos ocupa el cambio climático y la producción sostenible. Que producimos alimentos suficientes, sanos y seguros de forma sostenible, incorporando tecnología a nuestras explotaciones que las han hecho más eficientes para lograr ser más competitivos y por eso las despensas han seguido llenas hasta en los peores momentos.

Hablando bien de nosotros, podremos convencerlos de que, para conseguir esa sostenibilidad ambiental, será necesaria una sostenibilidad económica, será necesaria la innovación y la tecnología accesible, más allá de los juegos trileros de los presupuestos constantes o corrientes.

Ha empezado el curso y, aparte de comenzar coleccionables y maquetas, como cada año, tendremos que hacer frente a la que está cayendo. Habrá que vigilar con un ojo las negociaciones del Brexit y con el otro, las ocurrencias arbitrarias de los aranceles de EEUU. Ojalá el coronavirus nos deje recoger nuestras cosechas y consigamos acabar con esta plaga, aunque casi me da más miedo la plaga de los expertos, que todavía no han encontrado la definición de agricultor, que establecen con leyes la imposibilidad de pagar por debajo de los costes de producción, sin cuantificación alguna de los mismos, que deciden que el AOVE debe embotellarse en cristal y que se empeñan, de forma tozuda, argumentada y legal, en que el agricultor deba, soplar y sorber.

¡Un saludo!

Alberto Marcilla López

Director Banca Rural Globalcaja

 

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