Recibo con preocupación la noticia de que en el embalse de Guajaraz (Toledo) han aparecido decenas de carpas muertas flotando en el agua. Unos días antes, en el pantano de El Vicario (Ciudad Real) pescadores se encontraban los cadáveres de centenares de carpines y lucios que han muerto, según se cree, por la escasez de agua en el pantano, con la consiguiente falta de oxígeno.
Aunque es un fenómeno que se repite con bastante asiduidad en nuestros pantanos, embalses y hasta humedales protegidos (véase Las Tablas de Daimiel) no por ser habitual deja de ser una muy mala noticia. En el caso de Guajaraz, los vecinos de la zona temen que este episodio se deba a una falta de oxígeno en el pantano o, peor aún, a un vertido desde una depuradora cercana. Cualquiera de ambas posibilidades es igualmente mala (¿susto o muerte?), teniendo en cuenta que es un pantano apto para la pesca y cuyas aguas terminan en los hogares de muchos ciudadanos. La falta de oxígeno en los pantanos, que suele darse en meses cálidos, ocurre por la proliferación excesiva de unas algas que consumen gran cantidad de oxígeno, por lo que los peces mueren de asfixia. Pero para que proliferen estas algas de esa manera tan desmesurada hace falta que en el agua exista gran cantidad de materia orgánica (en forma de nitrógeno y fósforo, principalmente). Cuando una masa de agua tiene gran contenido en estos elementos, se dice que existe «eutrofización». Ambos elementos químicos pueden provenir de dos fuentes, principalmente: fertilizantes utilizados en las tierras de cultivo y aguas residuales provenientes de un vertido desde una depuradora.
Pero también podría darse el caso de que las carpas muriesen por ingerir contaminantes químicos, como pueden ser los plaguicidas utilizados para tratar diversas enfermedades en los cultivos. Rafael Mateo y otros investigadores ya llevaron a cabo un estudio en Las Tablas de Daimiel para comprobar el grado de contaminación de sus aguas durante los años 2012-2015, en las que además de fósforo y nitrógeno (en forma de amoniaco, que se usa como abono), encontraron metales pesados (mercurio y selenio) y PCBs en aves que pueblan las Tablas y la vecina Laguna de Navaseca (más contaminada aún por recibir sus aguas directamente de la depuradora de Daimiel).
Las carpas son especies exóticas que además ejercen una influencia negativa en ecosistemas de aguas someras como son Las Tablas, pues, al ser bentónicas, es decir, que viven en el fondo, remueven el fango y aumentan la turbidez del agua, perjudicando al desarrollo de unas plantas (ovas) que oxigenan el agua. Por eso, el personal del Parque Nacional realiza campañas de captura de estos peces para evitar su proliferación. Pero una cosa es eliminar los peces de forma controlada y otra es que aparezcan muertos porque las condiciones del agua no sean saludables. Ya en 1997 murieron 35.000 carpas en Las Tablas de Daimiel por vertidos contaminantes (Santos Cirujano y Miguel Álvarez Cobelas, revista Quercus).
Aunque a menor escala, la muerte de cantidades considerables de peces está ocurriendo con frecuencia en nuestros pantanos. Se puede achacar en cierto modo a la escasez de agua de los mismos, por la falta de precipitaciones. Entonces, podemos entrar a discutir los efectos del cambio climático, y qué tipo de sociedad ha permitido que se llegase a esta situación. O podemos echar la culpa a la contaminación de nuestras aguas (biológica o química). De nuevo, nos tendríamos que plantear si hacemos todo lo que está en nuestra mano para conservar el medio ambiente o si más bien hacemos demagogia con ese término tan de moda, pero a menudo tan despreciado.
Manuel Rodríguez de la Cruz
Responsable del Área de Medio Ambiente IU CLM