La hora de las mujeres, sí; también de las rurales. Francisco Martínez Arroyo, consejero de Agricultura

Este 8 de marzo celebramos un día de la mujer muy especial. Se conmemora este día desde hace más de 100 años, cada vez en más rincones de nuestro planeta, recordando el día en que las mujeres pudieron votar por primera vez en Rusia, el 8 de marzo de 1917.

Este año, el lema elegido por la ONU es, “Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas transforman la vida de las mujeres”. Efectivamente, es así. El papel de las mujeres que han ejercido el liderazgo -me viene a la mente Clara Campoamor y su defensa del voto femenino en la II República, por ejemplo- ha sido clave para alcanzar derechos y aspiraciones de las mujeres en todos los lugares del mundo.

Pero quizá, lo más importante de la celebración de este año sea, en nuestro país, la convocatoria de una huelga por entidades y colectivos feministas, que ha sido apoyada también por los principales sindicatos de clase. Se pretende visibilizar la importancia de las mujeres en la sociedad con el lema, “Si nosotras paramos, se para el mundo”, denunciando la precariedad laboral, la brecha salarial respecto a los hombres y el acoso sexual. De entre todo lo que se ha escrito hasta la fecha, me quedo con la reflexión de Almudena Grandes, sublime una vez más, que recuerda lo que ha sido el papel de las mujeres rurales a lo largo de la historia.

Ese es también el objetivo de esta entrada. Recordar el papel de las mujeres rurales y traer al debate público los retos más importantes que tienen por delante -que tenemos por delante como sociedad- y de qué forma podemos ayudar a alcanzarlos desde la labor de gobierno.

Las mujeres rurales constituyen más de una cuarta parte de la población mundial. Trabajan en la agricultura y la ganadería, igual que los hombres, pero solo el 20% de los propietarios de tierras agrícolas en el mundo son mujeres, existiendo, según la ONU, una brecha salarial de hasta el 40% entre hombres y mujeres en el medio rural.

En España, la situación, consecuencia del desarrollo económico, las prácticas democráticas y, sobre todo, de la fortaleza y reivindicación de las mujeres, es mejor que lo que reflejan las estadísticas a nivel mundial. Pero queda mucho por hacer.

Y hay que hacerlo. No solo porque es de justicia que las mujeres -vosotras- tengan -tengáis- las mismas oportunidades, las mismas condiciones laborales, que no sufran -ni sientan- acoso sexual, o que no se vean expuestas a discriminaciones por cuestión de género. También, porque el medio rural, nuestros pueblos, solo tendrán futuro si ellas están presentes. Fenómenos como el despoblamiento -y la consecuente falta de masa crítica- la escasa actividad económica o la falta de oportunidades laborales, se deben en gran medida, a que muchas mujeres decidieron marcharse de nuestros pueblos hace ya algunas décadas. Y lo hicieron porque buscaban un mundo mejor -como también lo hicieron muchos hombres-, en la ciudad o en la costa, en actividades distintas de la agricultura, arrastrados por el fomento del desarrollo económico en unos lugares del país, que trajo consigo la condena al olvido a otros, como la España interior y todos sus pueblos.

Hoy toca luchar contra todo esto, abriendo las ventanas del campo y de nuestros pueblos, contando la verdad de un mundo en color, que innova e invierte, que nos hace sentirnos orgullosos, y que necesita de jóvenes y mujeres. Estoy convencido de que la mejor forma de equiparar el medio rural al urbano, es pensar en las mujeres rurales y en hacerlas visibles.

¿Y de qué forma podemos hacerlo? Existen posibilidades a nuestro alcance, claro que sí. Y hay que contar con las mujeres para encontrarlas.

En Castilla-La Mancha, desde el inicio de la legislatura actual, hemos incluido de forma transversal en todas las líneas de ayuda, la prioridad para las mujeres rurales y también para los proyectos de titularidad compartida de las explotaciones agrarias. En formación, en las ayudas para la incorporación de jóvenes a la agricultura, en las inversiones de profesionales, en las ayudas a la industria agroalimentaria, entre otras. Y hemos conseguido algunos resultados, muy esperanzadores.

Por ejemplo, en la última convocatoria de incorporación de jóvenes, de los 1.218 nuevos emprendedores agrarios en Castilla-La Mancha, 306, un 25%, son mujeres, ¡la cifra y el porcentaje más alto que ha habido nunca en una línea como esta! Otro dato positivo es que, desde el inicio de la legislatura se han multiplicado por cuatro los proyectos de titularidad compartida de las explotaciones en la región -suponiendo ya el 35% del total de España-. Y ambas cuestiones, no son fruto de la casualidad, sino de la estrategia política, marcada de manera transversal, en la política de la Consejería de Agricultura. El objetivo es claro, dar visibilidad a lo que en realidad ya ocurre -el peso muy relevante de la mujer en la agricultura-, al mismo tiempo que se garantizan sus derechos como agricultoras profesionales, titulares de explotaciones agrarias y perceptoras de ayudas de la PAC, por citar solo algunas consecuencias positivas.

Y para reforzar este compromiso y para garantizar todos los derechos, estamos ya elaborando con mucha ilusión un Estatuto de las Mujeres Rurales -sí, “mujeres”, en plural, porque refleja mejor la realidad-, con rango de ley, en colaboración con ellas, y que esperamos aprobar antes de que acabe la legislatura.

Y para el 8 de marzo que se aproxima, todo mi apoyo. Pocas huelgas son más necesarias, porque pocas cosas -o ninguna- son más importantes para reivindicar como vuestro papel en la sociedad. Si vosotras paráis, sí, se para el mundo. Y tenemos que aprender a darnos cuenta de lo que eso supone.

* Quiero dedicar esta entrada, hoy, de manera muy especial, a las mujeres que trabajan a mi lado, a mis compañeras, Ana y Cristina, que, día a día, pueblo a pueblo, me ayudan y ayudan a las mujeres rurales. Gracias a vosotras, todo es posible.

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